no queda más que esperar una felíz circunstancia, de esas que suelen presentarseme cada millón de oportunidades. efectivamente, tiene que darse la posibilidad de encontrarme con dios en la calle, que se yo, por casualidad; y luego la posibilidad, todavía mas improbable, de que él, sin darse cuenta, me dirija la palabra. a mi, a la que lo reza, a la que lo invoca cada noche sin peros ni porqués.
vértigo. tristeza y desesperanza, claramente. pero, no obstante, sigo preparando mi posición.
cada vez que puedo me imagino que me habla, por ejemplo, para preguntarme por una dirección o una parada de colectivo. por momentos me pienso en una contestación risueña pero poco demostrativa de mi emoción por verlo (suele pasarme cuando espero algo durante mucho tiempo, creo que tiene que ver con la perdida de la magia o la ilusión). en alguna que otra oportunidad me pensé arisca, como con cierta bronca contenida que decide explotar por no haberlo cruzado antes en mi vida, cuando realmente lo necesitaba, cuando aún no encontraba refugio sino en alabarlo.
prefiero seguir soñandome natural, y que el encuentro tome el rumbo que tenga que tomar. a él le gusta mi espontaneidad. él me hizo así.